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La Invasión De Los Ladrones De Mentes: Los Medios

La Invasión De Los Ladrones De Mentes: Los Medios

Tras la breve visión que había tenido de los marcianos emergiendo del cilindro en el cual habían llegado a la tierra desde su planeta, una especie de fascinación paralizó mis actos. Me debatía entre el miedo y la curiosidad.

Damas y Caballeros; hemos sido invadidos.

 

            Si alguien les contara esta anécdota un sábado, a las tres de la mañana en un club de copas, la influencia que tendría sobre ustedes sería absolutamente nula. Pero, y ¿si fuera retransmitido por una emisora de radio? ¿Hasta dónde llegarían sus efectos? Las respuestas son verdadera ciencia ficción.

Por si no se habían percatado, el primer párrafo corresponde a la retransmisión capitaneada por Orson Wells en la emisora de radio CBS el año 1938, de la novela de H.G. Wells La guerra de los mundos. El locutor americano simuló un informativo en el que retransmitía las invasiones alienígenas. A pesar de haber anunciado que se trataba de una dramatización al inicio del programa de la obra antes mencionada, miles de americanos corrieron por las calles asustados de los ficticios ataques con gas de los marcianos.

¿Sería posible hoy en día que un medio de comunicación convenciera a tanta gente de un hecho tan sumamente inverosímil? ¿O seguimos cayendo  cada día sin darnos cuenta en nuevas farsas que los medio nos inyectan?

Como ha quedado patente, los medios de comunicación influyen en la opinión personal y colectiva de la sociedad, después de todo, esa es su función. Escapar a la información es imposible, no basta con apagar el televisor, y huir en el coche, allí estará la radio, y si la apagamos, los carteles de publicidad de la carretera. Esa es su función, introducirse en nuestra vida y comunicar. El problema es ¿Qué nos comunican y con qué fin?

La influencia que tienen los medios tradicionales se ve acentuada al ir dirigida  al espectador pasivo. Todos somos espectadores pasivos, ya que es muy difícil mantener una posición crítica frente a los medios. Un sistema en el que el espectador pusiera en duda de forma constante la información y no tuviera confianza, sería por definición inviable. El espectador queda expuesto. Expuesto por un lado al adoctrinamiento político disfrazado de información, al engaño fraudulento del marketing y a las noticias insustanciales que evitan que la población centre su atención en lo realmente importante. Sin embargo, por el otro lado, queda expuesto a ampliar su visión de la realidad mediante el contraste de opiniones e informaciones. El hecho de que seamos por definición espectadores pasivos no impide que intentemos tener una posición crítica hacia el mensaje, y que seamos capaces de discernir entre información u opinión, hechos noticiables o chismorreo.

“Beba Coca-Cola”. Éste es uno de los eslóganes que observamos continuamente en cualquier medio de comunicación, y es que la información no puede sostenerse sola. Los medios de comunicación requieren dinero para contar con redacciones, y no lo obtienen del euro que cobran por cada ejemplar. La publicidad es la encargada de proporcionar este presupuesto al medio, por ello es que ambos conceptos se encuentran siempre muy unidos. La publicidad con la que nos “invaden” los medios de comunicación tiene grandes repercusiones sobre nosotros, nos incita a comprar unas determinadas cosas, a viajar a unos lugares concretos… Es decir, condiciona parte de nuestras respuestas, tiene efectos sobre nosotros. La publicidad utiliza estereotipos, en ocasiones noticias, o nos muestra las consecuencias de no hacer algo definido, pero todo con el mismo fin, lograr que compremos lo que nos está ofreciendo. A partir de lo que utilizan los anuncios para llamar nuestra atención también podemos obtener información, y usar ésta junto a la que nos proporcionan los medios para formar nuestra opinión.

 Si bien ya hemos mencionado la publicidad como un medio absolutamente determinante en la sociedad, entre otras cosas, la importancia de los eslóganes publicitarios y su rentabilidad, debemos incidir de una manera más amplia en este factor para buscar un análisis en conjunto. En un mundo globalizado, aún a riesgo de ser repetitivos, el que un producto destaque por encima de los demás, se convierte en una tarea primordial para la empresa productora del mismo en cuestión. Aquí es donde entra en juego una poderosa arma a la que ya hemos hecho referencia: el conductismo. Se trata de hacer campañas publicitarias cada vez más innovadoras y provocativas, y de elaborar no sólo eslóganes, si no una imagen corporativa. Dependiendo del mercado objetivo al que nos dirijamos, desearemos tener una u otra imagen corporativa, la cual es fundamental para el desarrollo de la actividad empresarial y para el futuro de la empresa. Sus consecuencias quedan patentes cada día, pues no es extraño que casi cualquier persona sea capaz de completar muchos eslóganes con solo oír el comienzo. El target ha recibido la doctrina conductista y la ha asimilado: objetivo cumplido.

              Mención aparte merece la publicidad subliminal, penada por ley, si bien esto en muchos casos no limita su uso dado la dificultad que supone reconocer este tipo de publicidad. Y no nos referimos al hecho de que tras el visionado de un determinado anuncio, nazca en nosotros un “antojo” que no se contenta hasta verse satisfecho, si no a lo que significa en conjunto la publicidad subliminal. Aunque el funcionamiento es de sobra conocido por todos, destacaremos en qué consiste. El mensaje es captado por nuestro cerebro pero no asimilado de una forma consciente. De este modo, permanece en el inconsciente, condicionando el comportamiento del sujeto. Maestros de la publicidad subliminal han sido las grandes tabaqueras a lo largo de toda su historia, la gran multinacional por excelencia, Coca-Cola… También, algún maestro del séptimo arte, como Hitchcock, ha jugado con los mensajes subliminales. En este caso no se pretende publicitar nada en concreto, sino despertar un sentimiento, una reacción en el espectador. Célebre es el suceso de que en su película Psicosis, utiliza un fundido en una secuencia final en el que llega a aparecer una calavera. Este hecho provocó, y provoca, un natural escalofrío a todos sus espectadores que, sin embargo, nada sospechaban, ni sospechan, del ingenioso ardid que el maestro había utilizado. Algo parecido sucede en la película del “Club de la lucha”, en la que se muestra en la última imagen unos genitales masculinos, apenas perceptible, pero que crea en el espectador cierta confusión. Un claro ejemplo de que este tipo de “publicidad escondida” que no ha sido en modo alguno erradicado, lo constituye cualquier serie o película de hoy en día en las que el protagonista desayuna leche Pascual con cereales Corn Flakes, toma Coca-Cola, fuma Malboro y bebe Johnny Walker.

            Internet, como en tantas otras ocasiones, plantea algunas diferencias. En el caso la red también es obvia la influencia que ejerce sobre nosotros. No obstante, aquí perdemos eficacia para ganar amplitud. Es decir, un mensaje televisivo jamás podrá llegar a tanta gente como Internet. La programación en televisión o en la prensa está sujeta en el primer caso a unos horarios y en el segundo a un soporte físico, ambos limitados. Una noticia pública en Internet es accesible en cualquier momento y en cualquier lugar y, por así decirlo, la web no se satura de información. De esa manera, la información publicada en Internet influye a una cantidad ingente de personas. Mas el nivel de influencia se ve devaluado al disminuir el de credibilidad. Cada día miles de bulos corren por la red y rara vez afectan a una parte significativa de la población. Es más, cuando lo hacen es porque en algún momento dieron el salto y fueron difundidos por los medios tradicionales. Probablemente, si Orson Wells quisiera repetir su experimento hoy en día, no elegiría Inernet, porque la brillante novela de Herbert George Wells se perdería en la maraña de falsas informaciones.  

            En conclusión, los medios logran hacer creer que algo falso es verídico. Es una forma de comunicar, pero el problema es discernir si la información es verdadera o no. Pero no tenemos otra posibilidad que creer en su veracidad, un gran acto de fe éste. La publicidad es con claridad la que más influencia ejerce sobre el cerebro humano, y cabría destacar que es difundida por todo tipo de medios. Incluso cuando nos creemos a salvo, de forma ajena a nuestro conocimiento, estamos siendo sometidos a un poder de manejo por parte de éstos. Pero es difícil combatir esta “invasión”, ya que nos rodea en nuestra vida cotidiana. Además, ser precavido las veinticuatro horas del día es agotador, de forma que tendremos que aprender a distinguir de un modo u otro entre realidad y ficción. Pero, ¿es ésta una medida asequible?

Señoras y señores…Estamos siendo invadidos.

 

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